sábado, 16 de diciembre de 2017

La rebelión de los hinchas

A diferencia de tantos partidos suspendidos por hechos de violencia irracional, el caso que se rememora en la siguiente nota es inusual, ya que el encuentro no se pudo disputar por algunos destrozos que cometieron los socios de Vélez en sus propias instalaciones para impedir que horas más tarde jugaran allí otros dos equipos. El hecho de justicia con mano propia para hacer respetar sus derechos tuvo lugar en octubre de 1973, a tono con aquel convulsionado y agitado año. Así como vastos estamentos de la población trataba de imponer los suyos combinando la acción directa con el sufragio, los hinchas de Vélez fueron quienes “ordenaron la suspensión del partido”.

Por Edgardo Imas (Buenos Aires, Argentina), socio del CIHF

Fue un año emblemático y divisorio de aguas. Aquel 1973 deparó, por un lado, militantes pasiones, vivencias, esperanzas, ilusiones, y por el otro, incipientes decepciones y los primeros estertores de lo que sería una espiral de violencia que desembocaría en el terrorismo de Estado a partir de 1976.

El 25 de mayo se había retirado la dictadura lanussista, dando paso al gobierno constitucional de Héctor Cámpora, recibido por una multitud en la Plaza que despidió a los militares al grito de “se van, van, y nunca volverán”. El 20 de junio, lo que pasó a la historia como la masacre de Ezeiza, en ocasión del segundo regreso del general Perón, fue un punto de inflexión y disparador de todo el proceso posterior teñido de violencia, no sólo alojada en algunos nichos estatales y paraestatales sino también en algunos sectores de la sociedad, que reaccionaban contra aquéllos.

Sin embargo, amplias capas de la población como nunca se sintieron protagonistas y con mucho fervor y participación ejercieron y presionaron a través de diversos métodos con objeto de satisfacer sus reivindicaciones, superar postergaciones y acumular espacios de poder.
El fútbol no podía permanecer ajeno al clima que vivía el país. Contrastando con las características y las motivaciones de la violencia que se instalaría en torno a ese deporte a partir de los ochenta, en virtud de la institucionalización y legitimación de la barra brava como factor de poder en los clubes y los profundos cambios en el tejido social producto de siete años de represión y aplicación del plan económico de la dictadura golpista del ’76, un grupo bastante representativo de socios de Vélez fue protagonista en octubre de 1973 de un singular hecho que combinó la movilización con el ejercicio de la acción directa.

El Campeonato Nacional de 1973 había comenzado el viernes 5 de octubre, pues el domingo 7 jugó la Selección Nacional, que le ganó a Paraguay y se clasificó para el Mundial ’74. La inauguración del certamen en un día viernes marcaría la tónica de lo que desde el punto de vista organizativo fue el torneo, en el que hasta algunos equipos metropolitanos llegaron a cambiar su condición de local para jugar en el interior y recaudar más.

La segunda fecha estaba prevista para el miércoles 10 de octubre –con el adelanto el martes de River 3-Instituto 1–, en medio de un clima de efervescencia nacional ya que el 12 asumiría su tercer mandato presidencial Juan Domingo Perón. La AFA había programado que en el estadio de Vélez jugaran, a las 16, el local y Chacarita Juniors, por el Grupo A, y en horario nocturno se llevara a cabo el clásico interzonal –debía ser en cancha neutral– entre San Lorenzo y Huracán.
Durante la mañana llovió sobre la ciudad de Buenos Aires, por lo cual la AFA dispuso pasadas las 13.30 suspender el partido de la tarde entre Vélez y Chacarita, trasladándolo para el martes 16, a fin de preservar el estado del campo de juego con vistas al encuentro nocturno entre los que entonces eran los dos últimos campeones del fútbol argentino.

A las 16.30 un grupo de aproximadamente 250 socios de Vélez Sarsfield, enterados de la medida y presa de la indignación, decidieron actuar para impedir que se consumara lo que ellos entendían una vulneración de sus derechos y una arbitrariedad: que se suspendiera el partido de su equipo, en su propia cancha, para que horas más tarde pudiera disputarse otro.

Sin embargo, la indignación ya venía de antes: la fijación de un horario diurno en una jornada laborable para el local, lo cual se supone que resta público, y de uno nocturno para el otro encuentro. Los dirigentes velezanos serían acusados de no reaccionar ante esta serie de disposiciones injustas de la AFA.

En primera instancia, los socios intentaron impedir el partido nocturno tratando de no hacer funcionar la iluminación del estadio Amalfitani, pero no encontraron eco de su solicitud en los encargados del área respectiva de la institución. Entonces, pusieron manos a la obra: arrancaron de cuajo los arcos, rompieron un sector pequeño del alambrado olímpico, abrieron los grifos del campo de juego y tiraron algunas pocas butacas de la platea. Sin “excesos”, es decir, lo mínimo necesario para que se cumpliera su voluntad.

Satisfechos y plenamente convencidos de que habían hecho justicia, los socios luego escribieron en la pizarra del hall de entrada al club la siguiente leyenda: “Huracán-San Lorenzo, partido suspendido por orden de los socios de Vélez”. Al cabo de un rato, cuando los hinchas se desconcentraban solos y pacíficamente, arribaron algunos patrulleros policiales, que no llegaron a intervenir.

La manifestación de disconformidad de los socios dio sus frutos: desde Vélez se informó de lo ocurrido a la AFA y de la imposibilidad material de reparar los daños inmediatamente para que se desarrollara el clásico Boedo-Parque de los Patricios, por lo que también se dispuso la suspensión de este duelo. El resto de los partidos nocturnos en Buenos Aires y alrededores finalmente se llevó a cabo ya que la lluvia había cesado varias horas atrás.

Es interesante conocer lo que declararon los ofuscados socios a algunos medios, como “La Razón”: “Esto (refiriéndose a las instalaciones) es nuestro y está hecho para nosotros. Los dirigentes no son los dueños exclusivos; los privilegios, entonces, tienen que ser para los socios. Debían haber hecho jugar San Lorenzo-Huracán por la tarde y a la noche Vélez-Chacarita, considerando que era un día laborable. La luz eléctrica fue colocada con esta finalidad, entre otros motivos”, concluyó con irrefutable lógica.

Continuaron explicando su actitud: “Y si suspendieron el encuentro de la tarde para preservar el campo, debían haber hecho lo mismo con el de la noche.  Nosotros fuimos  a hablar aproximadamente a las 16 con el señor Mariani, gerente del club, para notificarle nuestra posición. Él nos dijo que Vélez no tenía nada que ver con la disposición, que era exclusivamente de la AFA y debía acatarse. Entonces, optamos por impedirlo con nuestras propias manos, arrancando los arcos. Después subimos nuevamente y le comunicamos lo que habíamos hecho, advirtiéndole que, si colocaban otra vez los arcos para que se jugara, no nos responsabilizábamos de lo que pudiera ocurrir. Incluso abrimos los grifos de la cancha para agudizar el problema del estado del campo. Eso es todo lo que hicimos”.

También desmintieron rotundamente las exageraciones de algunas radios y diarios sobre la magnitud de los daños: “No rompimos las instalaciones, como dijeron algunos. Las tres o cuatro butacas estaban rotas y sueltas y las tiraron al piso. Nosotros suspendimos el partido tal como dice el cartel de entrada”.

El presidente de la entidad de Villa Luro, José Ramón Feijoo, explicó posteriormente que a primera hora de la mañana se había comunicado con la calle Viamonte para pedir la suspensión de toda la fecha y que ella se pasara para el próximo miércoles. Le habrían respondido que, por problemas organizativos y contratos de la TV –al parecer, ¡aun cuarenta años atrás también influía!, cuando no sólo no había codificados sino ni siquiera TV color–, ello era imposible y que ya habían suspendido las terceras. Luego del mediodía, Feijoo adujo haberse enterado de la suspensión de Vélez-Chacarita, comunicada por Nicolás Bulovich, secretario provisional de la AFA, y justificó la aceptación por parte de Véles de esa disposición en que el club debía acatar disciplinadamente lo que resolviera la intervención afista. Más aún, el titular velezano calificó la decisión de la AFA como bien intencionada, lógica y razonable, para finalmente minimizar los daños que causaron los socios, no sin asombrarse de la reacción que tuvieron, a la que calificó de inadmisible.
Contradiciendo lo expuesto por Feijoo, el diario “Crónica” fue el único medio que publicó una supuesta declaración del funcionario de la AFA, Bulovich, en el sentido de que “el partido se había suspendido por acuerdo de las partes”.


Sea como fuere, si San Lorenzo-Huracán no jugaron esa noche en Liniers, fue, efectivamente, “por orden de los socios velezanos”. Por eso completaron la segunda fecha el martes 16, por la noche, empatando 2 a 2 en cancha de Boca. Mientras, Vélez ganaba su partido pendiente ante Chacarita por 3 a 2 en un Amalfitani ya con arcos colocados y grifos cerrados, pero con el espíritu rebelde de muchos de los espectadores.

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