martes, 17 de enero de 2017

Letras Redondas: El día del arquero

Esta semblanza fue escrita especialmente para la revista partidaria "El Fortín de Vélez" en ocasión del partido despedida de José Luis Chilavert, disputado el 14 de noviembre de 2004.

Por Andrés Canta Izaguirre (Buenos Aires, Argentina), socio del CIHF.


Tarea difícil la que me ha sido encomendada: hacer una reseña de Chilavert. ¿Qué podré decir que no haya sido dicho ya? ¿Cómo expresar un sentimiento que no tiene límites en un espacio acotado de palabras? Porque cuando uno debe referirse a los sentimientos corre el riesgo de quedarse sin palabras para expresarlos. 

Podría hablar de su liderazgo innato. Podría mencionar cómo un solo jugador (¡y desde el arco!) puede ganar un partido. Podría enumerar los goles increíbles de tiro libre, incluyendo uno desde el propio campo de Vélez. Podría hacer una lista de los arqueros humillados por este colega irreverente, que marcó un antes y un después en lo que al puesto de arquero se refiere. Podría decir que si hoy cualquier arquero se anima a patear un tiro libre o un penal, es porque antes lo hizo Chilavert. 

Pero no. Dejaré que el detalle exhaustivo de sus logros sea enarbolado por quienes quieran responder a la importante legión de detractores que tiene el paraguayo. Estos últimos, que seguramente en el fondo lamentan no haberlo tenido en el equipo de sus amores, contraatacarán haciendo hincapié en el costado polémico, verborrágico y provocador del Uno. Que existe, a no dudarlo. Pero que tampoco quepa ninguna duda que esa faceta no tan feliz es el precio ínfimo que hay que pagar por tanta genialidad. Prefiero diez mil veces un Chilavert peleador y lenguaraz, no siempre con la razón de su lado, a una historia del fútbol -más precisamente de Vélez- sin Chilavert. 

En este momento tan especial, no puedo dejar de evocar, casi íntimamente, que de chico –la edad donde se forman los recuerdos que más frescos quedan en la memoria- había ciertos arqueros, unos pocos, que yo consideraba “invencibles”. Es decir, aquellos a los que me parecía tarea casi imposible que Vélez les hiciera un gol. En mis primeros años de tribuna, ese invencible fue Fillol. Luego, de más grande, Chilavert. Quién diría que algunos años después, ese arquero al cual odié en varias oportunidades (¿por envidia, quizá?... sin dudas) sería uno de los abanderados del período más glorioso de la historia del club que llevo en el alma. 

Se termina una etapa inolvidable. Hoy es un día triste y feliz a la vez. Triste porque Chilavert ya no podrá acrecentar sus hazañas desde el arco del Fortín. Toda su gesta magnífica quedará congelada en el tiempo. Y éste es, curiosamente, el motivo de felicidad, porque todos esos logros de Chilavert estarán asociados únicamente con Vélez y con su gente. En un arranque casi desesperado de egoísmo pienso que nadie que no sea hincha de Vélez heredará ese legado. Sus logros no podrán repetirse con otra camiseta. Chilavert es nuestro para siempre. 

Hoy quiero empezar a llenar ese enorme vacío que deja el paraguayo con un mínimo consuelo. Algún día les diré a mis nietos asombrados y mudos de admiración: “Yo vi jugar a Chilavert…”.



Tapa de la revista partidaria El Fortín de Vélez de noviembre de 2004.

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