viernes, 16 de septiembre de 2016

Con el barrio cambiado

Muchas veces se toman como verdades absolutas imprecisiones que se van transmitiendo con el paso del tiempo. Eso ocurre con muchos clubes del fútbol argentino, que se atribuyen una ubicación barrial distinta de la real. Aquí, un panorama de algunos de los cien barrios porteños, que tampoco son tantos.

Por Raúl Ramírez (Buenos Aires, Argentina), socio del CIHF.


Los Gauchos de Flores. Los Bichos Colorados de Villa General Mitre. Los Albos de Monte Castro. ¿Qué es esto? ¿Murgas carnavaleras? ¿Equipos de baby fútbol? Nada de eso. Son los tradicionales apodos de siempre, pero aplicados al barrio en el que realmente están los estadios de San Lorenzo de Almagro, Argentinos Juniors y All Boys.

Así como en el mercado inmobiliario hay una tendencia a hacer de goma los límites de ciertos barrios marketineros, estirándolos en detrimento de otros que venden menos, por causas distintas, que podemos vincular con el apego a la imprecisa tradición oral, la pereza de algunos periodistas y la simple desinformación, hay una notable cantidad de clubes porteños a los que habitualmente se les atribuye una ubicación barrial distinta de la real.

Y conste que no hablamos de todos aquellas instituciones que llevan al barrio de origen en su nombre, y que luego debieron buscar su destino más cerca o más lejos del pago chico que los vio nacer (Vélez Sarsfield en Liniers, Chacarita Juniors en San Martín, San Telmo en la Isla Maciel, Almagro en José Ingenieros, Colegiales en Munro, Atlético Lugano en Tapiales, Liniers en Villa Industriales).
No, aquí hablamos de los casos en los que el club se identifica con un barrio, porque en él supuestamente tiene su cancha, pero a poco de hurgar en la toponimia porteña descubrimos que la referencia geográfica es equívoca.

El caso de San Lorenzo es notable: lleva a Almagro en el nombre y a Boedo en el corazón, pero todo el mundo cree que su casa, el Nuevo Gasómetro, está en el Bajo Flores, cuando estuvo en realidad hasta 2007 en Nueva Pompeya, y sin mudarse, por un cambio burocrático de límites, ahora sí está en Flores. Curiosamente, cruzando la avenida Varela empieza otro barrio vecino, motivo por el cual la modesta canchita de Deportivo Riestra, que se cobija a la sombra de la mole de cemento azulgrana, queda en Villa Soldati.

Y a propósito de Flores (y de su versión proletaria, el Bajo Flores), digamos que es uno de los “barrios de goma” de los que hablábamos, por lo que también se le atribuyen comarcas que en realidad están más allá de sus límites, y pertenecen al barrio Parque Avellaneda, incluyendo la esquina de avenida Asturias y Santiago de Compostela, donde se erige el estadio de Deportivo Español. Parque Avellaneda es una barriada cuya tradición futbolera no es recordada como merecería, pese a que se remonta a la primera década del siglo pasado, cuando fue escenario (entonces el espacio verde que le da nombre se denominaba Parque Olivera) de importantes y concurridos duelos futbolísticos.
Curioso es lo que ocurre con Huracán, al que parece haber preservado algún hincha del Globo a la hora de trazar los límites barriales: es que la avenida Amancio Alcorta corre separando Barracas de Parque de los Patricios, y el Palacio Tomás A. Ducó está en la mano par, por lo que debería quedar en Barracas; pero llamativamente a la altura del estadio el límite se desplaza a Miravé, la calle que pasa por detrás de la cancha, y luego retoma Amancio Alcorta, formando una especie de península que deja a Huracán en donde debe estar: Parque de los Patricios.

Más conocido es el caso de uno de los más grandes de nuestro fútbol, River Plate, a quien algunos insisten en llamar “el equipo de Núñez”, siendo que el Monumental queda en Belgrano. La confusión es aquí de vieja data: no olvidemos que cuando River llegó a su actual emplazamiento, en la década del 30, el lugar era un páramo, imprecisamente identificado con Núñez: los lectores que no se cuezan ya en un solo hervor recordarán que al actual Parque Norte, ubicado aún más lejos de ese barrio, se lo conocía antes como “las piletas de Núñez”, barriada que en realidad empieza recién al cruzar la avenida Udaondo, a partir del Tiro Federal.

El caso opuesto es el de Defensores de Belgrano, que vive desde hace más de 90 años en el Bajo, pero no en el de Belgrano, sino en el de Núñez, concretando una táctica guerrera digna del barón Von Bismarck ya que defiende a Belgrano, pero desde afuera.

Y hablando de Núñez, ¿cuántas veces se dijo que el inolvidable y añorado reducto de Platense, de Manuela Pedraza y Crámer, quedaba en Saavedra, barrio cuyas paredes dan reiterada fe de su fidelidad calamar, cuando en realidad el estadio se situaba en Núñez?

Pero hay más: Argentinos Juniors, indisolublemente ligado a La Paternal, en realidad lleva 60 años radicado en el mucho menos conocido barrio de Villa General Mitre, que empieza al sur de Álvarez Jonte. La Paternal albergó al viejo estadio de la avenida San Martín, donde los Bichitos dieron sus primeros pasos profesionales, pero la obligada mudanza posterior lo sacó del barrio geográficamente, aunque no por lo visto en la consideración popular.

¿Y All Boys? Su barrio es Monte Castro, que se extiende hacia el oeste de la calle Joaquín V. González y al norte de Juan Agustín García, deja el escenario albo de Álvarez Jonte y Mercedes fuera de Floresta, que sin embargo sigue identificándose emblemáticamente con el club.

Si esta nota hace flaquear su identidad barrial, quédese tranquilo: el barrio, como los colores del club querido, se lleva en el alma, y está más allá de las ordenanzas municipales que fijan límites e imponen nombres.

Imagen: Mapa de Nueva Pompeya desde 2007, cuando el Nuevo Gasómetro, sin mudarse, cambió de barrio.


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